Salzburgo y Hallstatt: Excursión de un día, lugares de Sonrisas y vistas al lago

4.58

(151 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Lo primero que noté fue el silencio, solo el suave murmullo del bus mientras salíamos de Salzburgo y atravesábamos el Salzkammergut. Nuestra guía, Anna, señalaba pequeños pueblos como St. Gilgen y Bad Ischl. Intenté pronunciar “Fuschl” en voz baja (ni cerca). El lago brillaba con ese reflejo único de la mañana temprano. Cuando llegamos a Hallstatt, ya tenía la mitad del móvil lleno de fotos y ni siquiera había bajado del bus.

Hallstatt huele a leña y pasteles si lo pillas a la hora justa. Paseamos un rato, perdidos y a la vez no tanto, entre casas de madera antiguas pegadas a la montaña. Hay un momento en que miras desde la orilla del lago y te das cuenta de lo empinado que es todo aquí. No subí en el funicular al Skywalk porque me quedé charlando con dos locales que se reían de mi alemán (y con razón). Pero si quieres esas vistas, Anna dijo que la ida y vuelta desde el pueblo lleva como una hora, solo hay que organizar bien el tiempo.

La vuelta fue por otro camino: Gosau, Russbach, más verde de lo que esperaba para junio. Ya en Salzburgo, el tour de Sonrisas arrancó rápido: primero el lago Leopoldskron (intenté no tararear “Do-Re-Mi”, fallé), luego el palacio Hellbrunn con su famoso cenador. El grupo intentó recrear “Sixteen Going on Seventeen” pero acabamos riendo bajo los árboles mientras la guía contaba anécdotas del rodaje y de los extras locales que aún viven por ahí.

En Mondsee ya tenía hambre, así que sí, caí en el strudel de manzana antes de visitar la iglesia de San Miguel (la capilla de bodas de la peli). Es más pequeña de lo que parece en pantalla, pero más acogedora por dentro. De vuelta a Salzburgo, alguien puso “Edelweiss” bajito en el móvil y nadie habló por un rato. Eso fue lo que más me quedó: ese silencio tras un día tan intenso.