Vive el mejor atardecer de Dubrovnik desde Mt. Srd tras descubrir rincones secretos y lo más emblemático de la ciudad, con una copa de vino croata en mano. Un plan que combina historia, paisajes y sabor local en una tarde relajada.
Lo primero que me llamó la atención en la fuente Amerling, justo frente a la Puerta Pile, fue cómo el sol poniente se colaba entre esos viejos plátanos. Nuestro guía nos hizo señas con un cartel y nos saludó con tanta naturalidad que parecía que nos conociéramos de toda la vida. En lo alto de la fuente hay una estatua —Afrodita, Pan y un carnero— que los locales dicen que da suerte si la tocas antes de entrar al casco antiguo. Nos cruzamos con algunos del grupo que acababan de bajar del crucero; se les veía aliviados al ver a alguien esperándolos en la terminal con el mismo cartel.
Al salir de la ciudad, cruzamos el puente Franjo Tuđman. La vista hacia el sur es impresionante: se ve el puerto de Gruž con sus cruceros alineados como barquitos de juguete y los hoteles nuevos de Lapad atrapando los últimos rayos de luz. Al norte, la Rijeka Dubrovačka se extiende bajo acantilados escarpados; todo está en calma salvo las gaviotas y el lejano sonido de bocinas. Nuestro conductor nos contó que por aquí suele haber niebla en las mañanas de primavera, pero hoy el aire estaba claro, con solo un toque salado.
La siguiente parada fue el manantial del río Ombla. Fácil de pasar por alto si no lo buscas: un pequeño oasis verde donde el agua brota bajo la montaña. Se oye antes de verse. Cerca hay ruinas: una antigua casa de verano que perteneció a Marin Držić, el poeta más famoso de Dubrovnik (según nuestro guía, solía escribir aquí en verano). El agua está helada incluso en julio; algunos locales llenan botellas directamente de la fuente.
Subimos por caminos estrechos hasta el pueblo de Bosanka para hacer una parada y sacar fotos en lo que nuestro guía llamó “el lugar de postal”. Desde ahí, los tejados rojos de Dubrovnik parecen casi irreales contra el azul del mar; mis fotos con el móvil no hacen justicia. Sopla una brisa suave y se empiezan a oír las cigarras mientras cae el crepúsculo.
En la cima del monte Srd, pasamos junto al Fuerte Imperial —construido por Napoleón, hoy hogar de palomas y amantes del atardecer— y encontramos nuestro rincón cerca de la estación del teleférico. La vista es de película: el casco antiguo abajo, la isla de Lokrum flotando en el mar y esa luz dorada del Adriático que se extiende hasta el infinito. Alguien me pasó una copa de vino blanco croata (creo que era Pošip), fresca y ligera después del ascenso. Todos guardamos silencio cuando el sol se escondió tras el horizonte; hasta el guía sonrió y nos dejó disfrutar el momento.
La recogida es en lugares céntricos: la fuente Amerling cerca de la Puerta Pile o fuera del puerto de cruceros de Dubrovnik en la plataforma 8. El guía estará esperándote con un cartel.
Probarás vino local croata, generalmente blanco (como Pošip) o tinto (como Plavac Mali), según la cosecha del día.
¡Sí! Hay asientos para bebés bajo petición y se aceptan cochecitos. Los niños deben ir siempre acompañados por un adulto.
El clima en Mt. Srd cambia rápido, lleva una chaqueta ligera porque por la noche suele refrescar. Lo mejor son zapatos cómodos para caminar un poco en cada parada.
El tour incluye recogida y regreso en puntos principales, guía en inglés (otros idiomas disponibles), minibús con aire acondicionado para grupos pequeños (hasta 8 personas), comentarios en vivo, seguro y esa merecida copa de vino croata al atardecer en Mt. Srd.
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