Hobbiton desde Auckland: Tour del set de película y almuerzo en el Party Marquee

4.89

(475 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Lo primero que noté al llegar a Matamata fue lo verde que estaba todo — no un verde cualquiera, sino ese verde suave y de cuento que parece sacado de un libro. Nuestra guía, Jamie, no paraba de señalar detalles del paisaje mientras íbamos desde Auckland (“ahí filmaron cuando Gandalf llega en el carro,” dijo con una sonrisa). Paramos a tomar un café en una cafetería al borde de la carretera — y sus scones estaban tan buenos que casi me olvido de que íbamos a Hobbiton. El aire olía a pasto mojado y a ovejas cerca. Se sentía casi irreal ver señales que decían “The Shire” justo al lado de una carretera normal de Nueva Zelanda.

No esperaba sentir tanta emoción al pasar por esas puertas redondas en Bagshot Row. Nuestra guía en Hobbiton, Li, tenía una manera de contar historias que te hacía creer que había vivido ahí toda su vida. Nos dejó asomarnos dentro de una de las casas hobbit — una camita diminuta, tazas de té aún sobre la mesa, y hasta una chimenea con brasas falsas. Intenté sentarme en la mesa y casi tiro una cuchara de madera. Li se rió y dijo que tenía “energía de gente grande.” La palabra clave aquí es sin duda tour Hobbiton — pero en realidad se sentía menos como un tour y más como pasear por un sueño muy detallado.

Cruzamos el puente junto al molino (el agua realmente hace ese suave sonido que escuchas en las películas) y entramos al Green Dragon Inn. La ginger beer estaba fría, dulce y con un toque picante, perfecta después de tanto caminar. Algunos optaron por la cerveza; yo me quedé con la sidra porque me parecía lo más adecuado. El almuerzo se sirvió bajo una enorme carpa blanca junto al Party Tree — largas mesas llenas de bandejas con verduras asadas y panecillos que podías romper con las manos. Hubo muchas risas cuando alguien intentó imaginar cómo sería el “segundo desayuno” si vivieras aquí todo el tiempo.

Sigo pensando en la vista desde la puerta de Bilbo — la luz del sol atravesando las colinas, las ovejas que parecían puntitos a lo lejos. De regreso a Auckland (con una última parada para ir al baño), todos estábamos un poco callados. Quizás cansados o simplemente queriendo aferrarnos un poco más a esa sensación. Compré un imán para la nevera con mi cupón de recuerdo, pero ahora me arrepiento de no haber elegido algo más divertido — como esos calcetines de lana que venden cerca de la caja.