Vivirás Bhután como un local: caminatas suaves entre arrozales y rododendros, comidas con gente del lugar, historias de guías expertos y lugares icónicos como el Monasterio del Nido del Tigre, todo sin prisas ni largos trayectos.
Llegar a Paro fue una experiencia inolvidable: el avión descendió entre colinas verdes y por un momento se podían ver las cumbres nevadas del Everest y Jomolhari desde la ventana. El aire era fresco al salir. Nuestro guía, Sonam, nos recibió con una gran sonrisa y nos ayudó a subir a una van cómoda. De camino a Thimphu, hicimos una parada en Tamchog Lhakang. Allí hay un puente de hierro reconstruido con cadenas antiguas que cruje bajo los pies al cruzarlo. Es curioso lo relajante que resulta escuchar el río abajo. Esa misma tarde, tras instalarnos en el hotel, aprovechamos para visitar el Memorial Chorten. Los locales daban vueltas en silencio a las ruedas de oración alrededor de la estupa; la luz dorada de la hora mágica lo hacía aún más especial.
Al día siguiente empezamos con desayuno y un paseo hasta Kuensel Phodrang. La estatua del Buda Dordenma es enorme, visible desde casi cualquier punto de Thimphu. Bajamos por un sendero sencillo hacia el templo Changangkha, acompañados por el canto de los pájaros. Almorzamos en el Ambient Café, donde los locales charlaban mientras disfrutaban de momos y té con mantequilla, haciéndonos sentir parte del día a día. Por la tarde visitamos el Museo de Patrimonio Popular (los suelos de madera crujían al andar), echamos un vistazo al Instituto Nacional de Artes Tradicionales, donde los estudiantes pintaban thangkas detallados, y terminamos en la Academia Real de Textiles, donde las telas tejidas a mano parecen verdaderas obras de arte. Al caer la noche, el bazar de artesanía estaba animado; los vendedores ofrecían bufandas de lana de yak mientras la música en vivo sonaba en una esquina del Mercado Centenario.
La carretera hacia Punakha sube hasta el paso Dochula, donde las banderas de oración ondean al viento, y en días despejados se pueden ver montañas nevadas al norte. Probamos la caminata Lungtsezelkha; los bosques de rododendros olían a fresco tras la lluvia de la noche anterior y hasta vimos yaks pastando fuera del sendero. Si prefieres algo más suave, hay una ruta fácil por el Trans Bhutan Trail a través del parque Lamperi hasta el pueblo de Talo; nuestros amigos hicieron ese camino y también les encantó. En el valle de Lobesa, caminamos junto a los arrozales hasta Chhimi Lhakhang, el monasterio de la fertilidad. Nuestro guía nos contó historias sobre Drukpa Kunley, el “Loco Divino”, que hicieron reír a todos.
Punakha se siente más cálido que Thimphu, quizá por los arrozales o la menor altitud. Subimos entre los campos de arroz hasta la estupa Khamsum Yuelley Namgyal; la caminata duró unos 45 minutos y no fue difícil. Desde arriba se disfruta una vista panorámica del valle de Punakha, realmente vale la pena. Cerca de Zomlingthang, hicimos un picnic junto al río mientras observábamos a los locales practicar tiro con arco, algo que se toman muy en serio. El dzong de Punakha está justo donde se unen dos ríos, lleno de madera pintada y historia; Sonam nos explicó cada detalle mientras los monjes pasaban con sus túnicas color vino. Más tarde visitamos el convento Sangchhen Dorji Lhuendrup en una loma; las monjas se mostraron curiosas por nuestro origen y practicaron su inglés con nosotros antes de regresar tranquilamente por un tramo del Trans-Bhutan Trail.
El camino hacia el valle de Phobjikha sigue el río Dang Chuu entre bosques de bambú antes de subir al paso Pele La, donde a veces hay niebla, así que lleva una chaqueta a mano. Al desviarnos por una carretera secundaria entramos en Phobjikha, un amplio valle glaciar famoso por las grullas de cuello negro; vimos algunas alimentándose en campos lejanos. El monasterio Gangtey Gompa domina el paisaje; dentro reinaba el silencio salvo por el canto suave de jóvenes monjes en meditación. Nuestro guía nos permitió unirnos un momento, una experiencia muy reconfortante.
Volver hacia Paro implicó repetir la ruta por el paso Dochula, donde esa mañana las nubes llegaron rápido. En Paro, el templo Kyichu Lhakhang destaca como uno de los más antiguos de Bhután, con un aroma a incienso que se siente en todo el interior. El Museo Nacional alberga desde máscaras ancestrales hasta sellos postales; perdí la noción del tiempo leyendo las etiquetas antiguas. El dzong Rimpung es otra fortaleza con escaleras empinadas de madera y vistas sobre los arrozales.
¿Lo mejor? Sin duda la caminata al Monasterio del Nido del Tigre (Taktshang). Toma unas dos horas si vas despacio; hay caballos para alquilar, pero caminar te permite escuchar el viento entre los pinos y ver las banderas de oración ondeando en los acantilados. El templo parece suspendido en la roca; Sonam nos contó leyendas de Guru Rinpoche llegando aquí montado en una tigresa hace siglos. De regreso paramos en Satsam Chorten para tomar un té, justo cuando el pico Jomolhari asomó entre las nubes para unas fotos, y visitamos las ruinas del dzong Drugyal antes de volver a la ciudad para cenar juntos por última vez.
¡Claro! La mayoría de las caminatas son suaves y opcionales; siempre puedes elegir rutas más fáciles o relajarte mientras otros caminan.
Te hospedarás en hoteles cómodos de 3-4 estrellas o resorts boutique, seleccionados por su ubicación y calidad de servicio.
La mayoría de las cenas están incluidas; podrás probar platos auténticos de Bhután como ema datshi (queso con chile), momos, arroces y también opciones internacionales.
Sí, contarás con un guía experto de habla inglesa desde tu llegada hasta la salida.
Tu viaje incluye transporte privado con conductor-guía experimentado, todas las entradas a monumentos (valoradas en $300), alojamiento en hoteles 3-4 estrellas cuidadosamente seleccionados, todos los permisos necesarios, traslados en vehículos modernos y agua mineral embotellada durante todo el recorrido.
¿Necesitas ayuda para planear tu próxima actividad?