Abu Dhabi y Safari en el Desierto de Dubái con Cena BBQ en 2 Días

4.85

(20 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Salimos de Dubái justo después del desayuno, con el café aún en mano, viendo cómo la ciudad se quedaba atrás mientras nos dirigíamos hacia el sur. El viaje a Abu Dhabi duró unas dos horas, tiempo suficiente para notar cómo el paisaje cambia de rascacielos de cristal a extensiones áridas y, de repente, a verdes plantaciones que aparecen cerca del límite de la ciudad. Nuestro guía, Ahmed, nos señaló la zona industrial de Jebel Ali al pasar; no es muy bonita, pero bromeó diciendo que es la “máquina” que mueve a los EAU.

Primera parada: la Gran Mezquita Sheikh Zayed. Aunque hayas visto fotos, nada te prepara para su inmensidad—mármol blanco por todos lados, la luz del sol reflejándose en las cúpulas tan fuerte que tuve que entrecerrar los ojos. Dentro, me quedé tocando las barandillas de mármol frío y mirando hacia arriba un candelabro más grande que mi antiguo apartamento. Ahmed nos contó cómo la mezquita mezcla detalles turcos, marroquíes y egipcios; intenté encontrar cada uno, pero me distraje con la caligrafía dorada tan detallada que rodeaba el techo.

Luego paseamos por Heritage Village, como si entráramos en una cápsula del tiempo. Había artesanos tejiendo cestas y soplando vidrio justo frente a nosotros; uno me dejó probar a moldear barro (mi vasija quedó torcida, pero bueno, ¡es un recuerdo!). La tiendita de especias olía increíble—clavo y limón seco sobre todo—y compré un jabón artesanal para mi hermana.

Almorzamos rápido cerca de la Corniche. Los locales descansaban en mantas bajo las palmeras mientras los niños pasaban en bicicleta. Aquí la brisa salada del Golfo hace que el calor del mediodía sea más llevadero. Tomamos fotos del skyline desde el rompeolas—esos rascacielos parecen sacados de una peli de ciencia ficción cuando cae la noche.

Antes de volver a Dubái, pasamos por Yas Island—alcancé a ver el techo rojo de Ferrari World y escuchar los gritos lejanos de la montaña rusa Formula Rossa (ni loca me subía después de comer). Nuestra última parada rápida fue Marina Mall; la verdad es enorme, pero yo preferí quedarme observando a la gente mientras tomaba un karak chai frío en una de las cafeterías.

El segundo día fue puro desierto y cielo. Nuestro guía del safari nos recogió en un 4x4 justo cuando el calor de la tarde empezaba a bajar. En la Reserva de Conservación del Desierto de Dubái, paramos para bajar la presión de las ruedas (al parecer es clave para el dune bashing). El recorrido fue una locura—como una montaña rusa sin rieles. Arena por todos lados y risas dentro del coche.

Nos detuvimos en la cima de una duna justo cuando el sol comenzaba a ponerse—una luz naranja que se extendía sobre la arena infinita. Probé el sandboarding (me caí dos veces), luego monté un camello para un paseo tranquilo mientras alguien tocaba el oud cerca. El aire olía ligeramente a humo de las parrillas que ya estaban encendidas para la cena.

La noche llegó en el campamento—cena BBQ bajo luces colgantes, platos llenos de kebabs y ensaladas. Hubo shows en vivo: danza del vientre, el giro tan rápido de la danza tanoura que me mareó, y un espectáculo de fuego que dejó a todos en silencio un momento antes de estallar en aplausos. Al regresar a Dubái, con arena en los zapatos y el pelo oliendo a carbón, sentí que había vivido dos mundos completamente distintos en un solo viaje.