Boulder City: Paseo histórico autoguiado con traslado desde Las Vegas

4.47

(30 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Nos recogieron justo en el Strip—todavía medio dormidos, para ser sinceros—y cuarenta y cinco minutos después llegamos a Boulder City. Es curioso lo rápido que dejas atrás todo ese neón para entrar en un lugar que parece detenido en el tiempo desde los años 30. Nuestro conductor nos entregó agua fría (justo lo que necesitaba), nos indicó dónde empezar y nos dejó libres para explorar. Sin horarios, algo que me encantó. Lo primero que vi fue un antiguo cartel de boliche—Boulder Bowl—algo desgastado pero que aún resiste. Afuera, un grupo de locales charlaba y reía de algo que no alcancé a escuchar.

La calle principal huele a café y a algo dulce—¿será de esa panadería con toldo azul? Entramos en un par de tiendas de antigüedades; una tenía un suelo de madera que crujía y estantes llenos de objetos curiosos de hace décadas. Me probé un sombrero de no sé cuándo (mi amigo dijo que parecía el abuelo de alguien). El Museo de la Presa Hoover está dentro del Boulder Dam Hotel—la entrada es gratuita, lo que me sorprendió. Hay una foto antigua de los trabajadores construyendo la presa bajo el sol del desierto; casi puedes sentir el polvo y el calor solo con mirarla.

Paseamos junto a estatuas de bronce repartidas por el pueblo—algunas serias, otras divertidas (hay una de un hombre leyendo el periódico en un banco). Los niños trepaban sobre ellas mientras sus padres tomaban bebidas frías cerca. Para almorzar, compramos sándwiches en un café con sillas desparejadas afuera; nada sofisticado, pero justo lo que necesitábamos. Todo el tiempo pensé en lo tranquilo que estaba comparado con Las Vegas—solo pájaros, risas lejanas y algún camión que pasaba de vez en cuando.

No esperaba sentirme tan a gusto en un lugar tan pequeño. Quizá sea la forma en que la gente te saluda con un gesto o que nadie parece tener prisa aquí. Cuando se acabaron las dos horas y volvimos a subir a la van rumbo a Las Vegas, deseé tener media hora más para sentarme bajo esos grandes árboles junto al hotel. A veces sigo recordando esa tarde pausada, ¿sabes?