New Orleans: Excursión a Oak Alley Plantation y paseo en airboat por los pantanos

4.61

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¿Cómo es la experiencia?

“¿Son de por aquí?” nos preguntó el conductor cuando subimos al minibús frente a nuestro hotel en New Orleans. Negué con la cabeza, aún medio dormido, y él sonrió—“Se van a llevar una experiencia diferente.” El viaje hacia Oak Alley Plantation fue como un suspiro lento después del ruido de la ciudad. Musgo español por todos lados, la luz del sol filtrándose entre los árboles. Cuando llegamos, me quedé mirando esos veintiocho robles que bordean el camino—la verdad, es imposible no hacerlo. La guía dentro de la casa tenía una forma suave de contar historias, a veces hacía pausas como si ella misma recordara algo. Las viejas tablas crujían bajo mis pies (me encanta ese sonido) y el aire olía a algo dulce, tal vez por las flores del exterior.

Después del tour me alejé un poco—necesitaba un café y lo encontré en la cafetería junto a la tienda de regalos. Me senté en un banco un rato, viendo a otros visitantes intentando sacar la foto perfecta bajo los robles (yo ya había desistido; demasiadas sombras). Ese día había brisa, pero era densa, casi como si fuera jarabe. Uno de los jardineros me saludó mientras podaba las rosas—traté de decir “buenos días” pero seguro que salió un murmullo. Tienes como una hora para recorrer a tu ritmo antes de partir; pasa más rápido de lo que crees.

Lo del pantano fue lo que no dejé de recordar después. Subimos a un pequeño airboat—éramos seis más el capitán Ray, que llevaba gafas de sol aunque el cielo estaba nublado. Cuando pisó el acelerador, casi se me vuela el sombrero y todos rieron (menos yo, que me agarraba fuerte). Pero luego bajaba la velocidad y señalaba caimanes tomando el sol o garzas tan quietas que parecían de mentira. En un momento apagó el motor y nos dejó solo con el sonido raro del bayou, solo insectos zumbando y el agua rozando las raíces. No esperaba sentir tanta calma ahí afuera.