Chandni Chowk Delhi: Paseo gastronómico con mercado de especias y té

4.96

(84 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Lo primero que me impactó en Chandni Chowk no fue la multitud, sino el aroma. Especias por todos lados, a la vez intensas y dulces, como si alguien hubiera abierto cientos de frascos de golpe. Nuestro guía, Rishi, nos abrió paso entre un mar de rickshaws y señaló un templo jainista pintado de rojos desgastados. Intenté seguirle el ritmo, pero me distraían los destellos de joyas doradas en los escaparates y cómo la gente se llamaba de un lado a otro de la calle. Aquí hay un zumbido constante, no es ruido fuerte, sino un ir y venir, como si todos tuvieran prisa pero nadie se apurara.

Entramos en Gurudwara Sis Ganj Sahib y Rishi nos enseñó a cubrirnos la cabeza con un pañuelo antes de entrar. La cocina era impresionante: enormes ollas burbujeando, voluntarios repartiendo chapatis sin parar. Ayudé a amasar por unos minutos hasta que una señora mayor se rió y tomó el relevo con una destreza que no pude igualar (sin ofender, ella era mucho más rápida). El aire olía a cardamomo y a algo mantecoso que no supe identificar. Luego nos adentramos en Khari Baoli, el mercado de especias más grande de Asia. Mi nariz ardía con todo el chile en el aire, estornudé tan fuerte que un vendedor me sonrió y me pasó un pañuelo sin perder el ritmo.

Subimos por una escalera estrecha en una de esas viejas havelis (creo que se llamaba Gadodia Market), que parecía a punto de ceder bajo nuestros pies. De repente estábamos en una azotea mirando el Viejo Delhi desde arriba: palomas por todos lados, niños volando cometas entre cables enredados. Alguien me dio una taza de masala chai tan caliente que casi la dejo caer (pero valió la pena; todavía recuerdo ese sabor). La ciudad desde ahí se veía más tranquila, menos caótica. Terminamos con unos bocados callejeros: samosas que me quemaron los dedos y algo dulce cuyo nombre nunca escuché porque Rishi ya contaba otra historia de su infancia aquí.