Porto: Tour a pie de Harry Potter y entrada a Livraria Lello

4.98

(398 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Alguien me entrega un pequeño mapa lleno de garabatos, nada que ver con un típico libro de viajes. Nuestra guía, Joana, sonríe y nos llama junto a los azulejos azul y blanco de la estación de São Bento. Nos pregunta si recordamos la primera vez que Harry vio el andén 9¾. Confieso que yo estaba más nervioso por no perder mi tren esta mañana que por chocar con una pared. Un aroma suave a café llega desde algún lugar cercano, mezclándose con ese frío de piedra antigua que solo se siente en estas grandes estaciones europeas. Es temprano pero ya hay movimiento: gente que pasa corriendo, mientras Joana se queda quieta esperando que notemos los dragones escondidos a simple vista.

Recorremos las calles de Porto, haciendo una parada frente al Café Majestic, donde se dice que J.K. Rowling garabateaba notas entre sorbos (traté de asomarme pero estaba a tope — parece que hasta los magos necesitan reservar). En el Palácio Atlântico, Joana empieza a hablar de héroes y villanos portugueses como si fueran viejos amigos. Señala una estatua y menciona “la guerra de los dos hermanos” — la verdad, perdí el hilo, pero su entusiasmo es contagioso. La palabra clave aquí sería tour Harry Potter Porto, aunque nadie la dice en voz alta; es como un código secreto entre nosotros.

La Avenida dos Aliados se siente imponente y oficial hasta que Joana nos cuenta la leyenda del dragón de Porto — incluso hace un pequeño rugido que provoca risas (menos en un tipo que parecía de verdad sorprendido). Paramos en el ayuntamiento y ella se acerca para susurrar la conexión entre Salazar y Slytherin, mezclando historia portuguesa con magia. Empieza a lloviznar y nos refugiamos bajo un toldo; alguien me ofrece la mitad de su pastel de nata. No sé si eso cuenta como un dulce Horcrux, pero por un momento se sintió mágico.

La última parada es Livraria Lello — la había visto en fotos, pero nada te prepara para lo estrecha que es la escalera ni la cantidad de gente intentando sacar la misma foto. Joana nos da un dulce “Horcrux portugués” (sabe a canela y azúcar) antes de lanzarnos preguntas sobre las casas de Hogwarts. Fallé una y me hizo una broma suave; todavía recuerdo cuando todos aplaudieron a un niño que sabía todas las respuestas de memoria. La luz que entra por el techo de vidrieras tiñó todo de dorado por un instante — o tal vez era mi estado de ánimo después de tantas historias.