Da Nang: Tour privado con Montañas de Mármol, comida local y paseo en barco

4.98

(63 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Lo primero que me impactó fue la brisa salada al llegar cerca de las Montañas de Mármol. Minh, nuestro guía, nos entregó toallas frías—créeme, las vas a agradecer si hace tanta humedad como a nosotros. Recorrimos cuevas frescas y templos tallados en la roca. En la cueva Am Phu hay un rincón donde se escucha el agua goteando en lo profundo; Minh nos contó sobre los dos caminos—uno “hacia el cielo” y otro “hacia el infierno”—y la verdad, se me pusieron los pelos de punta pensando en todas las historias que guardan esas piedras. Verás a locales encendiendo incienso y dejando pequeñas ofrendas en esquinas que pasarías por alto si no prestas atención.

A pocos minutos, paramos en el pueblo de piedra Non Nuoc. El sonido de los cinceles golpeando el mármol está por todos lados. Observé a un artesano mayor darle forma a una estatua de dragón—sus manos se movían tan rápido que era casi hipnótico. Muchas de estas piezas terminan en hoteles de toda Asia, pero aquí puedes ver cómo nacen desde la roca en bruto.

Más tarde, nos quitamos los zapatos en la playa My Khe. La arena es realmente suave, casi como polvo, y siempre hay alguien vendiendo jugo de coco fresco desde un carrito bajo las palmeras. Forbes la nombró una de las mejores playas del mundo; a mí me gustó lo tranquila que se sentía, incluso con familias jugando cerca.

La pagoda Linh Ung está en lo alto del Monte Mono. La vista se extiende sobre la bahía de Da Nang y en días despejados se ven los barcos de pesca navegando abajo. Escuchamos el sonido de las campanas mientras los monjes pasaban con sus túnicas color azafrán. Minh nos explicó detalles de los rituales budistas que nunca había notado, como cómo la gente rodea la estatua de la Dama Buda tres veces para atraer suerte.

Después nos lanzamos a probar la comida callejera local—crujientes bánh xèo chisporroteando en las planchas, café helado dulce que sabe a chocolate, y tazones de fideos mì Quảng con cacahuetes y hierbas frescas. El mercado vibraba con el ruido de motos entre los puestos; es un caos ruidoso pero acogedor.

Al caer la noche, subimos a un pequeño barco para un paseo por el río Han. Las luces de la ciudad se encendían una a una y los puentes brillaban con colores neón—sobre todo el Puente del Dragón, que lanza fuego los fines de semana (nos faltó un día para verlo). Las bandejas con frutas y las bebidas frías hicieron que el ambiente fuera aún más relajado mientras navegábamos junto a los nueve puentes famosos. Da Nang tiene un encanto diferente después del anochecer: tranquilo pero lleno de vida.