Bryce Canyon y Zion: Excursión en grupo pequeño con recogida en hotel

4.78

(231 reseñas)

¿Cómo es la experiencia?

Lo primero que noté no fue el paisaje, sino el silencio. Acabábamos de dejar atrás el bullicio de Las Vegas y de repente todo estaba en calma, rota solo por la risa de nuestro guía Mark mientras repartía café y preguntaba si alguien había intentado pronunciar “Paunsaugunt”. (Yo no, y sigo sin hacerlo.) El camino hacia Zion fue como ir quitando capas de ruido hasta quedarnos solo con los acantilados rojos y ese aire dulce y seco del desierto entrando por la ventana.

En Zion, Mark nos señaló flores silvestres que yo habría pasado por alto: pequeños destellos amarillos entre tanta piedra, y nos contó que el Arco Kolob es el arco natural más grande del mundo. Lo decía como si lo hubiera visto mil veces, pero aún disfrutaba enseñándolo. Paramos en el Centro de Visitantes para picar algo (me compré un imán de nevera con forma de hoodoo, no pude resistirme) y luego seguimos la ruta con nuestras comidas para llevar. La verdad, comer pavo con salsa de arándanos mientras admiraba esos acantilados parecía casi irreal.

Bryce Canyon fue otra historia. Los colores son más intensos que en cualquier foto, como si alguien hubiera subido el contraste solo para nosotros. En Inspiration Point intenté nombrar todos los tonos que veía (fallé después de “óxido” y “melocotón”), pero sobre todo me quedé quieto junto a una pareja de Texas que no paraba de decir “¿has visto eso?”. En Sunset Point el lugar se iluminó de dorado justo antes de irnos; todavía recuerdo el silencio que se hizo, como si todos esperáramos que pasara algo más, aunque no pasó. Quizá eso es lo que te hace querer volver.