Recorre caminos serpenteantes desde Tbilisi hasta Kakheti para catar vinos en bodegas familiares, hornear pan con locales, pasear por las románticas calles de Sighnaghi y compartir una comida casera con tus anfitriones. Cada momento trae nuevos sabores o amistades—y a veces ambos a la vez.
Salimos de Tbilisi justo después del desayuno — recuerdo cómo los baños de azufre quedaron atrás en el retrovisor mientras nuestro conductor, Giorgi, con su risa fácil, señalaba las colinas que marcaban la entrada a Kakheti. La carretera serpenteaba entre pueblos dormidos y viñedos infinitos; se olía la tierra mojada por la lluvia de la noche anterior. La primera parada fue la fortaleza de Manavi, encaramada sobre el valle. Giorgi nos contó historias sobre la historia del vino georgiano — la verdad, solo pillé la mitad porque me distraía el paisaje: campos verdes como un patchwork y montañas que parecían sacadas de un cuadro. No sé si fue la altura o la emoción, pero sentí un vuelco en el estómago.
Después llegó mi parte favorita: una pequeña bodega familiar donde conocimos a Irakli, el enólogo. Antes de terminar las presentaciones ya me había servido una copa de vino ámbar. Nos llevó a su bodega — aire fresco, qvevri de barro medio enterrados en el suelo. Nos explicó que todo lo aprendió de su abuelo (intenté decir “gracias” en georgiano y todos se rieron). La cata aquí se sentía diferente — menos formal, más como si te invitaran a su casa. Y luego la chacha — ¡qué pasada! Pica, pero de la buena. También había quesos y pan casero; calentito y desaparecido en segundos.
Más tarde paseamos por las calles empedradas de Sighnaghi bajo una luz suave — parejas haciéndose selfies en los balcones, mujeres mayores vendiendo churchkhela en sus puertas. Las murallas son tan altas que te tiemblan las rodillas si miras hacia abajo (yo lo hice). Luego vino el almuerzo en casa de una familia: platos que no paraban de llegar — guisos, ensaladas con estragón, más vino servido por el hijo adolescente de los anfitriones, orgulloso pero tímido. Hay algo especial en comer con desconocidos que, en un par de horas, ya parecen amigos; quizás es la comida casera o tal vez Georgia tiene ese efecto.
El convento de Bodbe estaba en calma cuando llegamos — cipreses moviéndose suavemente con el viento y un silencio que lo envolvía todo. Giorgi dijo que la gente viene aquí buscando paz, rezos o ambas cosas. No soy religioso, pero parado allí mirando el valle de Alazani, entendí por qué muchos se quedan más tiempo del previsto. De vuelta a Tbilisi, noté que mi ropa olía ligeramente a pan y humo del almuerzo. Aún me acuerdo de esa vista desde Manavi… ¿sabes?
La excursión dura todo el día e incluye recogida y regreso al hotel en Tbilisi.
Sí, durante el tour se sirve un almuerzo casero en familia.
Visitarás pequeñas bodegas familiares donde conocerás a los productores locales y probarás sus vinos.
Sí, los invitados pueden ayudar a hornear pan tradicional georgiano en una panadería del pueblo.
El recorrido incluye la fortaleza de Manavi, el pueblo de Sighnaghi y el convento de Bodbe, además de las visitas a viñedos.
Incluye transporte privado con recogida y regreso al hotel en Tbilisi.
Sí, se incluyen catas de vino y un chupito de chacha durante las visitas a las bodegas.
El tour es apto para todos los niveles físicos, salvo personas con problemas cardiovasculares graves.
Tu día incluye transporte privado con recogida y regreso al hotel en Tbilisi, visitas guiadas a bodegas familiares con catas de vinos locales y chacha, participación en la elaboración de pan y degustación de quesos en una panadería del pueblo, entrada a Sighnaghi y al convento de Bodbe, WiFi a bordo para compartir fotos al instante y un generoso almuerzo casero servido por tus anfitriones antes de regresar cómodamente.
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